Teoría del decrecimiento

El decrecimiento, básicamente, es una crítica a la economía del crecimiento, y defiende la abolición del crecimiento económico como objetivo social. Representa también una dirección deseada, en la que las sociedades consumirán menos recursos y se organizarán y vivirán de modos distintos a los actuales. Los economistas ecológicos definen el decrecimiento como una reducción equitativa de la producción y del consumo, que disminuye los flujos de energía y materias primas.

La Teoría del decrecimiento es una corriente de pensamiento político, económico y social que defiende por tanto una disminución controlada de la producción económica, con el objetivo de establecer un nuevo equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, pero también entre los propios seres humanos, con una redistribución más equitativa de recursos y del bienestar social.

Esta corriente surgió a finales del siglo XX, de la mano del matemático y economista Georgescu-Roegen. Actualmente, Serge Latouche y Carlos Taibo, son algunos de sus principales representantes.

Latouche propone vivir mejor con menos. Según sus declaraciones públicas “vivimos fagocitados por la economía de la acumulación, que conlleva a la frustración y a querer lo que no tenemos y ni necesitamos”, lo cual conduce, según él, a estados de infelicidad.

Defiende una serie de soluciones bajo el prefijo “re-”, que denotan repetición o retroceso, a los que ha bautizado como el modelo de las “8 R”. “Estos objetivos interdependientes impulsan un círculo virtuoso de decrecimiento sereno, convivencial y sostenible”.

1. Reevaluar. Reconsiderar los valores actuales, globalistas y extremadamente consumistas, por valores más locales, de cooperación económica y humanista.

2. Reestructurar. Adaptar los medios de producción y las relaciones sociales a la nueva escala de valores redefinidos.

3. Redistribuir. Reparto de la riqueza y del acceso al patrimonio natural, reduciendo la concentración del poder y reeducando a la población para disminuir la invitación al consumo innecesario.

4. Relocalizar. El decrecimiento pretende producir a nivel local, a través de negocios locales y con bienes esenciales para satisfacer las necesidades de la población, recuperando el anclaje territorial.

5. Reconceptualizar. El desarrollo actual sacrifica a la sociedad y su bienestar en favor de los “empresarios del desarrollo”, de las multinacionales. El cambio de valores conlleva una mirada diferente de la realidad. Reconceptualizar la riqueza respecto a la pobreza, la escasez sobre la abundancia.

6. Reciclar. Alargar la vida de todos y cada uno de los productos que utilicemos y evitar el consumo irresponsable y el despilfarro.

7. Reutilizar. Hacer un uso longevo de los productos materiales que compremos como la ropa, los electrodomésticos o el automóvil.

8. Reducir. La esencia primera y última del decrecimiento. Disminuir drásticamente el impacto en la biosfera de nuestra manera de producir y consumir. 

Los objetivos del decrecimiento pasan por identificar las necesidades básicas humanas y asegurar una alta calidad de vida, mientras se reduce el impacto medioambiental de la economía global a un nivel sostenible, equitativamente distribuido entre naciones.

El decrecimiento plantea, por tanto, un cambio de cultura, de valores y de prioridades en la sociedad, saliendo del sistema económico dominante de producción y consumo creciente, planteando alternativas económicas, políticas y sociales basadas en un mayor equilibrio y equidad social y en una sostenibilidad económica y medioambiental.

Sus planteamientos pueden ser considerados utópicos, pero pretenden llamar la atención sobre la insostenibilidad de un modelo de crecimiento ilimitado.

Apuntémonos, por tanto, a un modo de consumo responsable y a actitudes individuales y colectivas comprometidas con un desarrollo más ecológico, justo y sostenible.